Episodio Anterior El Tiempo

Descripción

Hoy hablamos del último planeta del sistema solar. En distancia, y en lo que nos quedan por hablar. 43 episodios hemos tardado en cubrir todo el sistema solar.


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Guión

Intro

- Oye Karaka, ¿te sobra algún cuchillo que me puedas prestar?

+¿Cuchillos? Sí, claro. Tengo de sierra, de mantequilla…

-Pues uno que sea fácil de utilizar, la verdad. Que voy a tener que cortar mucho.

+Pues este mismo, toma. ¿Y a dónde vas tan abrigado?

-Pues mira, a Neptuno. Que he estado leyendo el episodio, y me he enterado de que allí llueven diamantes.

+Vale, lo del abrigo lo entiendo entonces. ¿Y el cuchillo?

-Es que lo mejor para estas cosas es un cortavientos, pero a mí no me entran más capas de ropa. Así que, a cortar viento y así no me resfrío.

+Vamos a hacer una cosa. Voy a poner la intro. Y mientras se reproduce, a ver si te das cuenta de porqué es una mala idea tú sólo.

-¿Cómo que una mala idea? Pero si es una fisura sin planes! Digo, un plan sin fisuras. ¡Ah claro! Me falta un casco, que los diamantes son duros… ¡Grande Karaka!

  • En fin…

Cabecera

Desde que el ser humano tiene memoria, siempre ha mirado al cielo. Estrellas, planetas,  constelaciones y demás movidas del inmenso, insondable, oscuro, aterrador, insultantemente largo a lo ancho y ancho a lo largo, caótico por naturaleza y nada acogedor espacio. Pero… ¿conoces el origen de sus historias? Empieza Astro.

Descubrimiento

Aunque hoy en día vemos a Neptuno como un miembro imprescindible de nuestro sistema solar, la realidad es que lleva menos de dos sig  los en el "club". La primera mención registrada sobre Neptuno la hizo nada menos que Galileo Galilei allá por 1613. Por desgracia, el astrónomo italiano confundió el brillo del planeta con el de una estrella. Al no encontrar explicación para las anomalías que observó en su comportamiento, lo anotó como una curiosidad que se perdió entre los catálogos del cielo.

Habría que esperar hasta el siglo 19, cuando los astrónomos del momento detectaron un comportamiento extraño en las órbitas de Urano. Resulta que esa órbita tenía un comportamiento extraño que no encajaba con las matemáticas conocidas. Era una órbita predecible, sí, pero sólo si considerabas que había otro planeta cercano ejerciendo un tirón gravitatorio sobre Urano. En 1843, comenzó el trabajo de análisis: había que encontrar cómo y dónde estaba ese planeta desconocido.


El inglés John Couch Adams comenzó a trabajar en los cálculos matemáticos, y, para 1845, ya tenía varias estimaciones bastante precisas. En paralelo y sin tener nada que ver, el astrónomo francés Urban Le Verrier llegó a predicciones similares de manera completamente independiente al trabajo de Adams. Al mismo tiempo, ambos astrónomos fueron a su observatorio de confianza y pidieron que se buscara el planeta en el firmamento.

En 1846, por fin, Neptuno fue descubierto. Pero ahí no terminó la historia, porque empezó una auténtica "guerra científica" entre alemanes, ingleses y franceses sobre quién se llevaba el mérito. Discusión que se alargó todo un año.

Gracias a los cálculos de Adams, el inglés James Challis se percató de que ya había observado Neptuno dos veces. Pero, claro, los mapas estelares que manejaba no estaban actualizados, y encima en sus mediciones solo apuntaba un único decimal. Así que, sin darse cuenta, pasó por alto que estaba ante un descubrimiento histórico.

Así que, mientras que los ingleses revisaban sus cálculos, el astrónomo alemán Johann Gottfried Galle recibió una carta de Le Verrier, su colega francés. ¿La fecha? 23 de septiembre de 1846. ¿Y qué hizo el alemán el mismo día? Publicar el descubrimiento del nuevo y flamante octavo planeta del sistema solar. Los ingleses, al enterarse, dijeron que de eso nada, que ellos lo habían descubierto antes. El francés replicó que de eso nada tampoco, que el planeta estaba a solo un grado de distancia en la órbita con respecto a la predicción francesa, 12 veces más preciso que la medición inglesa de Adams.

El cruce de acusaciones entre ingleses y franceses acabó cansando al resto de la comunidad científica, que básicamente les dijo: "¡Ya está bien! Firmad la paz, decid que lo descubristeis juntos y, de paso, ponedle un nombre al planeta". Le Verrier intentó que el planeta llevara su nombre. De verdad, propuso llamarlo “Le Verrier”... Con todo el morro el tío… Finalmente, debido a su color azul intenso que recuerda al mar, y a la oposición de toda la comunidad científica de usar el propio nombre del francés, acabó bautizándolo con el nombre que utilizamos hoy en día: Neptuno.

Mitología

Toda esta oleada de emociones para acabar llamándole como el dios romano de los mares… Pero, ¿quién era Neptuno realmente para los romanos? Pues, como suele pasar en la mitología romana, Neptuno era básicamente un calco del dios griego Poseidón. Ambas versiones del dios tenían una gran pasión por los caballos, un don para provocar terremotos y el poder absoluto sobre las mareas.


Poseidón era un dios de carácter difícil. Cuenta la leyenda que, antes de la fundación de Atenas, Atenea y él compitieron por el control de la ciudad. Atenea hizo aparecer un olivo como símbolo de paz y prosperidad para ganarse a los habitantes, mientras que Poseidón hizo brotar una fuente de agua salada. Ganó Atenea por un sólo voto femenino, algo que no gustó a Poseidón. Enfurecido por su derrota, el dios marino envió una monstruosa inundación a la llanura ática, castigando así a los atenienses. Para calmar la cólera de Poseidón, desde entonces las mujeres dejaron de tener derecho al voto y los hijos no podrían tener nombres derivados del de la madre.

Pero Poseidón, rencoroso como él solo, no se quedó tranquilo. Se fue al templo de Atenea más cercano  y sedujo a la sacerdotisa que servía allí. Vamos, a hacer manitas. Bueno, más que manitas. Al poco tiempo, Atenea llegó y se los encontró en plena faena. Enfadada, Atenea castigó a su propia sacerdotisa convirtiéndola en la terrible gorgona Medusa. ¿Y Poseidón? Pues este nada, se fue de rositas, como en casi todos los mitos.

A pesar de todo este despliegue, Poseidón era también uno de los principales aliados de los griegos. Les ayuda en las batallas marítimas, siendo la flota naval griega la más imponente de su momento. Dotaba a sus barcos de velocidad extra para… placar al barco enemigo... más fuerte que ningún otro… A ver, ¿cómo que placar al barco?. Un momento, que llamo al guionista. *Sonido de marcado telefónico, dos tonos de llamada*. ¿Alfonso? ¿Cómo que los barcos placaban a otros barcos, y Poseidón les ayudaba? *Sonido de respuesta* Ah, que las guerras navales consistían en embestir y reventar el barco del otro.*Sonido de respuesta* No, no me parece una idea guapísima. Mira, que sigo grabando, luego hablamos.

¿Dónde estaba? Ah, sí, Poseidón. Pues eso, que muy temperamental y muy obsesionado con empujar. Tuvo muchísimos hijos. Casi más que Zeus. Y… Bueno… le gustaban los caballos… Y los terremotos.

En otras culturas, el nombre ha tratado de traducirse más de manera metafórica que literal. Por ejemplo, muchos países asiáticos han traducido el planeta como la estrella del rey del mar. En hebreo se ha traducido como Rahab, el nombre que se le da a la serpiente marina Leviatán. Incluso se ha traducido a su versión en azteca, basándose en el dios de la lluvia Tlāloc. El nombre en azteca es… venga, allá vamos: Tlāloccītlalli . Pedimos disculpas a todos los mejicanos y aztecas que escuchan este programa.

Ciencia

Bueno, después de toda esta charla de historia y mitología, ¿realmente cómo es Neptuno? ¿Acaso el planeta del dios de los mares está recubierto de agua? Pues puede ser que sí. Os explico.

Veréis, Neptuno es un planeta bastante similar a Urano, compuesto sobre todo de roca y hielo. Sin embargo, no es sólo hielo de agua, también es posible encontrar compuestos como el metano y el amoníaco en un estado “fluido”. Esto se debe a las bajas temperatura y las altas presiones. Esta composición ha hecho que algunos científicos se refieran a Urano y Neptuno como los gigantes helados. Y gigantes son, pues Neptuno es el tercer planeta más masivo del sistema solar, equivale a poner cuatro planetas Tierra en fila.

Pero volvamos al tema del océano. Veréis, la sonda Voyager 2 ha observado vientos de los más inusuales en su superficie. Estos vientos son tan increíblemente fuertes que rompen la barrera del sonido, alcanzando más de 2000 km/h. E incluso detectó una gigantesca tormenta oscura, una especie de versión "azul marino" de la famosa Gran Mancha Roja de Júpiter. El color azulado, por cierto, se debe al metano presente en la atmósfera.

 Como consecuencia de estos vientos increíblemente fuertes, realmente no sabemos cómo es la superficie de Neptuno. Algunos científicos creen que, debajo de las frías nubes de Neptuno, podría haber un océano de agua caliente, el cual no se evaporaría debido a la alta presión que ejerce la atmósfera. Así que, efectivamente, Neptuno podría ser el rey de sus propios mares. Y de los 16 satélites que orbitan a su alrededor, casi todos con nombres basados en la mitología griega. Es lo que pasa cuando tienes tantos hijos como el dios del mar, que hay donde elegir.

La altísima presión de Neptuno no solo afecta al posible agua líquida de sus profundidades.  Los científicos llevan tiempo fascinados con la alta actividad térmica de Neptuno, pues su temperatura en los polos es hasta 10 grados superior a la del resto del planeta. Algunas teorías apuntan a que es calor residual de la formación del planeta, pero una nueva posibilidad gana fuerza entre los círculos académicos. Las presiones en el planeta son tan altas que es posible que los átomos de carbono contenidos en el metano se combinen en cristales, liberando calor en el proceso. ¿Y sabéis en qué cristal se convierte el carbono? En diamantes. Los científicos literalmente plantean la posibilidad de que en Neptuno lluevan diamantes.

El eje de rotación tiene una inclinación de 28 grados, lo que quiere decir que las estaciones suceden de manera bastante similar a la Tierra. Bueno, similar si cada estación durase unos 40 años terrestres, más o menos. Para que os hagáis una idea, Neptuno tarda 165 años en dar una vuelta completa al Sol. De hecho, en 2011 completó la primera vuelta al sol desde que se descubrió en el año 1846.

Como curiosidad, Neptuno no siempre es el octavo planeta del Sistema Solar. Bueno… Ya sí. Os cuento: Plutón tiene una órbita bastante torcida y excéntrica. Tanto que a veces se mete en la de Neptuno y se acerca más al Sol que nuestro gigante helado favorito. Esto suele pasar cada 20 años. La última vez se produjo entre 1979 y 1999, desplazando a Neptuno a la novena posición. Aunque claro, también es verdad que Plutón ya no es considerado planeta… Así que… Quizás lo de que Plutón ya no sea planeta fuera orquestado por los neptunianos… Las fechas cuadran…

Cierre

Bueno, quizás lo de que los neptunianos han orquestado el final de Plutón como planeta sea una tontería. Lo que no es tontería es que este episodio se está acabando y no hemos dicho nada al respecto.

Hoy queremos dar gracias a la persona que ha traducido a estremeñu la página de Wikipedia de Neptuno. No sabemos quién eres, pero gracias.

Os recordamos que podéis apoyarnos económicamente en Kofi mediante el enlace en la descripción, y compartiendo este podcast con amigos, familiares, enemigos, inspectores de hacienda…

Nos vemos en el siguiente episodio con más historietas del espacio.

¡Astro más ver!

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