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Descripción

En el episodio de hoy, hablamos de la vida de un hombre incansable. Un genio que luchó contra la adversidad para desentrañar los misterios del universo. Un científico de los que marcan un antes y un después. Y un gran divulgador. Con ustedes, Stephen Hawking


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Locutor: Jairo Costa ⁠⁠https://www.instagram.com/soyjairocosta/⁠⁠

Edición y montaje: Jorge Cambero ⁠⁠https://www.instagram.com/karakatuchi/

Guión

             Intro

+Jairo, acabo de tener una revelación. He decidido que voy a estudiar física teórica.

-Guau, vaya cambio. De editor y profesor a físico teórico. ¿Y por qué este volantazo?

+Pues porque me he enterado que, según la física, pueden existir un número infinito de universos paralelos.

-No veo la relación, pero continúa.

+Bueno, pues quiero encontrar un universo en el que no tengamos que hacer un chiste malo al principio de cada episodio.

-Aaaah… ¿Y no es más fácil que estudies física para escribir los guiones tú?

+Sí hombre, y que sea yo el único que trabaja aquí. Quita quita. Te dejo, que voy a ver si hago la matrícula en la universidad.

-Pero Karaka. KARAKA! QUE TENEMOS QUE PONER EL EPISODIO. Ains. Bueno, ya hago yo eso de “dentro intro”. Si al final, el único que trabaja aquí…

Cabecera

Desde que el ser humano tiene memoria, siempre ha mirado al cielo. Estrellas, planetas,  constelaciones y demás movidas del inmenso, insondable, oscuro, aterrador, insultantemente largo a lo ancho y ancho a lo largo, caótico por naturaleza y nada acogedor espacio. Pero… ¿conoces el origen de sus historias? Empieza Astro.

La vida de Stephen Hawking

En el capítulo de hoy hablamos del genio astrofísico y gran divulgador Stephen Hawking. Todos le conocéis: iba en silla de ruedas a todas partes, tenía un programa que hablaba por él con voz robótica e incluso salió en los simpsons.

Pero, ¿dónde empieza la vida de este genio de la física? Pues un 8 de enero de 1942 en Oxford. Stephen Hawking nació bajo la onomástica de Galileo en una Europa que estaba a punto de salir de la segunda guerra mundial. Desde pequeño, Stephen Hawking recibió una buena educación. Cuentan los rumores de la época que las comidas familiares se realizaban en completo silencio, pues todos los comensales estaban demasiado atrapados en sus lecturas como para mantener una conversación.

Su gran capacidad intelectual hacía que Stephen encontrase las clases fáciles y aburridas. El profesor de matemáticas de su instituto se dio cuenta y le propuso diversos proyectos extraescolares para ocupar su mente. Entre ellos, montar ordenadores y reproductores de vinilos a partir de piezas recicladas. Fue esta relación tan cercana con su profesor lo que inspiró originalmente a Hawking a estudiar matemáticas, aunque finalmente se conformó con las especialidades de física y química que ofrecía la Universidad de Oxford.

La desidia de Stephen por la educación reglada se mantuvo también durante su época universitaria. Él mismo afirmó que se apuntó al club de remo para tener algo con lo que ocupar la mente durante el día a día. Sus profesores eran conscientes de la gran capacidad del estudiante… Pero sus notas… Digamos que no acompañaban. A todo esto hay que sumar que no le permitían realizar su investigación doctoral en Cambridge, el centro de la física moderna al que Hawking deseaba ir. Así que, Stephen solicitó un examen oral, donde los propios examinadores reconocieron al gran genio que tenían delante.

Así es como Stephen Hawking llega a Cambridge en 1962, comenzando a desarrollar aquello por lo que sería recordado por todo el mundo: un grave caso de esclerosis lateral amiotrófica, o ELA. Una enfermedad que afecta a las células nerviosas motoras hasta que se desgastan o mueren y ya no pueden enviar mensajes a los músculos. Una enfermedad que asoló a un jovencísimo científico de 21 años que estaba preparando su boda. Una enfermedad con una esperanza de vida de 14 meses.

Durante los primeros meses, Hawking se encerró en su habitación sin hacer otra cosa salvo beber y escuchar a Wagner compulsivamente. El brillante genio cayó en una espiral de desesperación de la cual su mujer y futura madre de sus tres hijos consiguió sacarle con

Espoleado y con nuevas ganas de exprimir la poca vida que le quedaba, Stephen Hawking se lanzó a demostrar que la teoría del Big Bang no era solo una suposición teórica sobre el origen del universo, sino que era la manera en la que nuestro universo se había creado. A partir del estudio de las condiciones de singularidad en los agujeros negros, esas regiones del espacio donde la física se pone patas arriba, logró probar que nuestro universo también nació de una singularidad: un punto de densidad altísima concentrado en un único lugar del espacio. Gracias a esto, en 1966 Hawking obtuvo dos victorias. La primera, su tesis doctoral. La segunda, vivir más de lo que la medicina había previsto.

 Los trabajos de Hawking le llevarían a visitar, en la medida de lo posible, a los principales centros científicos de los años 70. Sus interés por las condiciones de los agujeros negros le llevaría a descubrir la radiación hawking, de la cual hablaremos a continuación. Durante la década de los 80, Hawking comenzaría a trabajar en su extensa colección de libros de divulgación. Sin embargo, una grave neumonía en 1985, que casi acaba con su vida, le dejó sin voz. Fue necesario realizarle una traqueotomía que inutilizó sus cuerdas vocales. Por suerte, el instituto tecnológico de california le regaló el sintetizador de voz por el que es recordado.

El resto de su años pasaron en un equilibrio entre sus apariciones públicas, su trabajo como divulgador y su gran labor como científico. Recibió cientos de premios durante su vida por sus avances para desentrañar los misterios de los agujeros negros. Finalmente, el 14 de marzo de 2018, mismo día del nacimiento de Albert Einstein, Stephen Hawking falleció. Los 14 meses de esperanza de vida de los médicos se habían transformado en 55 años llenos de pasión por la vida y la ciencia. El tío aguantó hasta los 76 años.

Las grandes contribuciones de Hawking

Como hemos mencionado antes, Stephen Hawking demostró que la teoría del Big Bang explicaba el surgimiento de nuestro universo. Siguiendo las ecuaciones de la relatividad de Einstein, y teniendo en cuenta los modelos temporales del momento, demostró matemáticamente que el universo se originó en una singularidad. O lo que es lo mismo, el universo tuvo su origen en un único punto de masa y temperatura infinitas que ya contenía todo lo que existe hoy en día. La expansión de esta singularidad es lo que hizo posible que el universo se creara tal y como lo conocemos hoy. Un Big Bang, vaya.

Sin embargo, sus grandes aportaciones a la ciencia vinieron del estudio de los agujeros negros. Otras grandes regiones del espacio en las que existen una gran acumulación de masa y temperatura en un único punto del espacio. Una singularidad, un agujero en las matemáticas del cual ni siquiera la velocidad de la luz puede escapar.

Si bien las leyes de la relatividad permiten predecir la aparición de los agujeros negros, sólo la física cuántica puede determinar lo que realmente pasa en el interior. Así que Stephen Hawking dedicó gran parte de su trabajo a unificar los dos grandes enemigos de la física: la cuántica y el relativismo. En su estudio de los agujeros negros, descubrió que estos cuerpos de los que nada escapa… emitían radiación. ¿Por qué? ¿Acaso la gravedad no impide que hasta la luz escape?

Aquí es dónde la física cuántica y la relatividad se dieron la mano. Según la física cuántica, en todo el universo siempre existe la posibilidad de que cambie la energía en un punto concreto de manera muy rápida. Y, gracias a la relatividad de Einstein, sabemos que la energía se puede convertir en materia: este es el gran significado de la famosa ecuación E igual a eme ce cuadrado. Esto implica que, a veces, la energía acumulada en el espacio hace aparecer algo de materia. Concretamente, hace aparecer una partícula, y una antipartícula.

Un pequeño apunte aquí. Cuando hablamos de antipartícula, nos referimos a una partícula de antimateria. La antimateria es como la materia normal, pero con los signos de carga positiva y negativa de los átomos cambiados. En vez de electrones con carga negativa, tienen positrones de carga positiva.

Bueno, pues en condiciones normales la partícula y la antipartícula se tocan, se aniquilan y la energía vuelve al universo, y nadie ha visto nada. Pero, ¿qué pasa si justamente el par de partículas aparece al lado de un agujero negro? Los agujeros negros tienen una alta densidad y acumulación de energía, así que es más probable que ocurra cerca del agujero negro. De hecho, ocurre. Y ocurre bastante. Pero si ocurre a la distancia exacta a partir de la cual nada escapa del agujero negro, justo en el horizonte de la capacidad gravitatoria, puede ocurrir que la antipartícula se quede atrapada en el interior, y la partícula normal se vaya a vivir su vida de partícula por el espacio.

Esto es precisamente lo que demostró Stephen Hawking. Demostró no sólo que matemáticamente tenía sentido, sino que era realista suponer que ocurría. Demostró que si una pareja de partículas aparece en ese límite, en el horizonte de sucesos del agujero negro, una de estas partículas subatómicas saldría disparada. Y en su viaje, se llevaba parte de la energía de los agujeros negros. Lo cual demostraba algo impensable en el momento: que los agujeros negros podían perder energía, y por lo tanto, terminar desapareciendo. Aún no se han encontrado pruebas de ningún agujero negro que se disuelva, pero los científicos siguen mirando al cielo, en busca de señales.

Algunas apuestas por la ciencia

A pesar de su genialidad, Stephen Hawking también cometió errores, y algunos muy sonados. En 1975, justo cuando investigaba los agujeros negros, se apostó con su amigo Kip Thorne una suscripción de cuatro años a la revista Penthouse a que el sistema binario Cisne X1 no contenía un agujero negro. Desgraciadamente para Hawking, perdió la apuesta y tuvo que pagar la suscripción de su amigo.

Otra vez apostó dinero con el físico Gordon Kane acerca de que el bosón de Higgs no existía. Tras su hallazgo en el año 2012, Hawking tuvo que admitir su error y pidió el Nobel de Física para Peter Higgs, que fue galardonado con el prestigioso premio al año siguiente. Irónicamente, su comentario fue "parece que acabo de perder cien dólares".

En otra ocasión, quiso probar si existían los viajes en el tiempo. Para ello, Hawking organizó una fiesta secreta el 28 de junio de 2009. Pero, para que nadie estropease la fiesta, envió las invitaciones el día siguiente a la fecha de celebración. Según él, si hubiera acudido alguien (antes de recibir la invitación) se trataría sin duda de un viajero del tiempo, al que habría "cazado" in fraganti. "Estuve esperando mucho rato –comentó irónicamente Hawking–, pero no vino nadie". En realidad, esto fue todo un poco teatrillo. Stephen Hawking jamás creyó que los viajes en el tiempo pudiesen llegar a ocurrir. En sus propias palabras: "La mejor prueba de que no es posible viajar en el tiempo es que no estamos invadidos por una legión de turistas del futuro".

Cierre

Aunque la vida de Stephen Hawking fue una apuesta contra su destino, él nunca perdió su buen espíritu. En abril de 2007 participó en un vuelo de gravedad cero a bordo de un Boeing 727 especialmente equipado. Cuando le preguntaron el motivo de porqué corría esos riesgos, Hawking respondió: "Quiero demostrar que las personas no necesitan limitarse por sus discapacidades físicas mientras no tengan discapacidades de espíritu".

Así que ya sabéis: no os pongáis límites con lo que podéis o no podéis hacer. Igual que también podéis apoyar económicamente este episodio mediante el enlace de Ko-fi que podéis encontrar en la descripción. O compartiéndo el capítulo con amigos y familiares.

No queremos irnos sin darle las gracias a National Geographic y Wikipedia por el increíble trabajo de divulgación que hacen. Y darle las gracias también al que sea que inventó los croissants, que con el café van muy bien. Mira, ya sabemos que desayunó el guionista el día que escribió el episodio.

¡Nos vemos en el próximo episodio con más historietas del espacio!

¡Astro otra!

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