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Descripción

Copérnico, el primero en decir aun trabajando para la iglesia, que la tierra gira alrededor del sol. Otra cosa no pero valor le echó y ni fue quemado ni nada, en fin, rarete.



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Redes del equipo:
Guionista: Alfonso Gómez https://www.instagram.com/alfonsotakles/
Locutor: Jairo Costa https://www.instagram.com/soyjairocosta/
Edición y montaje: Jorge Cambero https://www.instagram.com/karakatuchi/

Guión

    Introducción

**Sonido de cuerda y cinta americana**

  • Jairo: Ale, y te estás quietecito…
  • Karaka: ¡Pero Jairo! ¡Qué le haces a Alfonso! ¿Por qué lo has maniatado? ¿Y LA CINTA AMERICANA EN LA BOCA?
  • Jairo: Lee, lee el chiste de esta semana… Y luego ya me dices…
  • Karaka: **Leyendo** ¿Sabíais que si Copérnico fuera piloto de Fórmula 1, Fernando Alonso sería su principal competidor? Porque ambos son buenos en dar vueltas y vueltas. ¡Y además este es el episodio 33!
  • Jairo: ¿qué? ¿Qué te parece? ¿Es para atarle o no es para atarle?
  • Karaka: Madre mía… Mira… Tampoco tengas prisa por quitárselo, si además yo creo que le gusta.
  • Alfonso: **Con la boca tapada con las manos o un trapo** SOCORRO, AYUDA! ALONSO SÁLVAME!
  • Karaka: Voy a darle al play.

Cabecera

Nos pasamos la vida mirando al cielo: estrellas, planetas, constelaciones y demás movidas del inmenso, insondable, oscuro, aterrador,  insultantemente largo a lo ancho y ancho a lo largo, caótico por naturaleza  y para nada acogedor espacio. Pero… ¿Te has preguntado alguna vez el origen de sus historias?  Empieza Astro

Historia

Hoy, mis más queridos y estimados oyentes, hablamos del padre de una de las revoluciones científicas más importantes de la historia de la astronomía. Un hombre que desterró la teoría heliocéntrica a la oscuridad, desafiando las creencias de la sociedad del momento. Hoy, hablamos del astrónomo, médico, erudito clásico, experto en derecho canónico, traductor, gobernador, diplomático, economista, canónigo católico… Mira.. que hablamos de Nicolás Copérnico. Madre mía con la titulitis siglo 16. Vaya Linkedin habría tenido el amigo

Nicolás Copérnico nació en 1473 en Thorn, una pequeña ciudad al norte de Polonia. Era el pequeño de cuatro hermanos en una familia de comerciantes acaudalados, lo que le permitió disfrutar de una infancia sin demasiadas preocupaciones. Su hermano mayor siguió la vocación religiosa y se hizo cura, mientras que su hermana Bárbara decidió consagrarse como monja y, de paso, dedicarse a hacer tartas de ruibarbo.

Cuando Copérnico tenía solo 10 años, su padre falleció, y su tío, viendo el potencial del joven, decidió hacerse cargo de su educación. Y vaya si dio sus frutos. En 1491, Nicolás, junto con su hermano el cura, fue admitido en la prestigiosa universidad de Cracovia.

En esta etapa, Copérnico tuvo la suerte de aprender matemáticas y astronomía de las mentes más brillantes de su tiempo. Pero no sólo se quedó en eso, también absorbió mucha filosofía clásica, sin la cual jamás habría desarrollado su trabajo. Esto se debe a que, durante sus 4 años de estudio en la universidad, Copérnico se percató de que la ciencia clásica no cuadraba. Había diferencias entre los tratados de Aristóteles y Ptolomeo, textos que eran considerados como verdad absoluta en esa época. Esta observación fue crucial para Copérnico, ya que le hizo cuestionar el conocimiento establecido y así se inició en el camino de revolucionar nuestra comprensión del cosmos.


Sin embargo, parece que Copérnico no era precisamente un prodigio en los exámenes, porque en 1495 su tío, viendo sus resultados académicos, llegó a la conclusión de que Copérnico estaba malgastando el tiempo y SU dinero en Cracovia. Y como a sus dos hermanos lo de entrar en la iglesia les estaba yendo bien, decidió mandar a Copérnico a estudiar derecho eclesiástico junto con su primo a Italia. Para dar contexto, meterse a cura o a monja por aquel entonces era como hacerse funcionario en España hoy en día: una suerte de apuesta segura para un futuro estable.

Así que en 1496, Copérnico y su primo llegan a la universidad de Bolonia. Nicolás decide que su relación con las ciencias se ha terminado, y ahora las humanidades son su mejor amigo. En 1501, con un doctorado en derecho canónico casi bajo el brazo, abandona la universidad de Bolonia para irse a la universidad de Padua para aprender medicina. Que lo de la peste negra pasó casi dos siglos antes, pero médicos seguían siendo necesarios y no sobraban. Otro título que se suma a la larga colección de Nicolás. Doce años de estudios universitarios y cuatro títulos diferentes después, el destino le depara un puesto como administrativo bajo la tutela de su tío.

Sin embargo, la carrera científica de Copérnico despegó mientras trabajaba como secretario de su tío. Asistió a conferencias, coronaciones de reyes y realizó varias traducciones… y de paso, mantenía su relación con las mentes más influyentes del momento. En estos eventos, Copérnico aprovechaba para distribuir un pequeño libro escrito por él mismo en el que planteaba la posibilidad de un modelo heliocéntrico. Aunque el libro no tenía nombre oficial, todo el mundo lo conocía como “Comentariolus”. No contenía ninguna ecuación matemática que demostrara su teoría, pero sí plantaba la semilla de una idea. Las grandes revoluciones, después de todo, se cocinan a fuego lento.

Tras la muerte de su tío en 1513, Copérnico trató de dedicarse por completo a sus observaciones del cielo. Pero… digamos que la vida tenía otros planes para él. Por el camino, fue nombrado administrativo del cabildo de Varmia, una subregión teutona al norte de Polonia. Se encargó de cosas claramente sencillas: redactar acuerdos de paz para la guerra entre polacos y teutones, proponer la unificación de la política monetaria teutona con el reino polaco tras la firma de la paz y administrar las empresas económicas del cabildo.

 Y debió hacerlo bien, porque fue ascendido a ministro de finanzas de toda la región de Varmia, a la vez que asumió el rol de estratega de la defensa de otra ciudad en la región. Con toda esta experiencia, escribió dos libros de teoría económica, definiendo un bosquejo de la ley de oferta y la demanda siglos antes que Adam Smith popularizara estas ideas.


Y aunque parezca mentira, Copérnico aún tenía tiempo de seguir trabajando en su modelo heliocéntrico. En el año 1533 ya tenía su teoría escrita y preparada para ser publicada. Pero el miedo a la opinión pública y al rechazo de las instituciones le impedían distribuirla masivamente. Afortunadamente, o quizás desafortunadamente para Nicolás, su pequeño libro, el “Comentariolus” había hecho efecto en la sociedad. Incluso el Papa Clemente VII mostraba interés por sus teorías.

En 1536 recibió una carta de un cardenal donde le invitaba a dejar de hacerse el interesante y le instaba a publicar de una vez. La publicación definitiva se llevaría a cabo en 1543, tras la visita de un matemático que comprobó la validez del modelo heliocéntrico. Por desgracia, esto ocurrió después de la muerte de Copérnico un 24 de mayo de 1543. Cuenta la leyenda que, el mismo día de su muerte, despertó del coma provocado por un fuerte derrame cerebral. Cuando a su lado vio una copia impresa del trabajo de su vida, cerró los ojos y abandonó este mundo en paz.

La teoría heliocéntrica…

La teoría heliocéntrica de Copérnico sentó las bases de nuestro conocimiento moderno del sistema solar. Nos reveló que los planetas, incluida la Tierra, giran en torno al Sol en órbitas que, más adelante, Kepler descubriría que son elípticas. También Copérnico fue el primero en afirmar que la tierra no solo gira en torno al sol, sino que también lo hace sobre sí misma. Y que, además, está inclinada.

La única teoría heliocéntrica anterior a la de Copérnico fue la de Aristarco de Samos, la cuál había sido casi borrada de la historia. Sí, había referencias a ella, pero sólo unos pocos conocían de su existencia. De hecho, los historiadores no tienen claro si Copérnico conocía los detalles del trabajo de Aristarco de Samos. En su búsqueda de las discrepancias entre el modelo de Ptolomeo, encontró pruebas de que no era el primero en argumentar que la Tierra se movía. Sin embargo, no se cree que encontrara ninguna referencia clara a la idea de que el Sol era el centro del sistema solar.

De todas formas, la teoría de Copérnico no logró liberarse de las cadenas de toda la historia astronómica del momento. En su modelo, los planetas seguían describiendo órbitas circulares perfectas, idea heredada de la astronomía clásica. Pero la realidad observada no cuadraba con esa perfección. La solución de Copérnico fue justificar que todos los planetas no giraban con respecto al mismo centro. Una especie de colección de anillos descentrados, con el Sol en el centro de todo. También defendía que las estrellas permanecen fijas en el firmamento, algo que a día de hoy también sabemos que es falso.


…y su impacto social

Dicen los historiadores que tan importante es el trabajo de Copérnico como el momento en el que se publicó. En un momento en el que la revolución luterana estaba sacudiendo los cimientos de la iglesia, su descubrimiento pasó relativamente desapercibido entre los altos mandatarios. Este contexto de agitación religiosa y política permitió que sus ideas se difundieran sin la oposición inmediata que podrían haber enfrentado en otro momento. Sin embargo, décadas más tarde, Galileo Galilei sería la primera gran cabeza que pagaría un precio por defender el heliocentrismo de Copérnico. Éste se enfrentó a la inquisición y fue obligado a retractarse y a pasar el resto de su vida bajo arresto domiciliario.

Sin embargo, las grandes mentes del momento sí que conocieron de sus investigaciones.  Y algunos comprendieron la importancia del trabajo de Copérnico. No por su calidad científica, sino por la revolución social. Una demostración razonada y precisa de la que se deducía, sin ninguna duda, que la tierra no era el centro del universo. Un proceso científico guiado por la razón que llevaba a una conclusión única e indiscutible. El inicio de una verdadera revolución científica.

Copérnico era consciente del cambio que estaba gestando. Su obra, "De revolutionibus orbium coelestium", se dividía en seis libros. De estos, solamente los dos últimos presentan la teoría heliocéntrica. El primero ofrece un breve resumen, pero sobre todo, explica al lector el proceso lógico en el que se basó. Los 3 siguientes se dedican a resumir el conocimiento y creencias astronómicas del momento, enumerando todas las discrepancias y explicaciones que se habían propuesto hasta entonces. Finalmente, en los dos últimos libros, aplicando geometría y una estructura meticulosa y firme, se llega a la conclusión del sistema  heliocéntrico.

El fin del geoncentrismo

Copérnico entendió la sociedad del momento y cómo debía argumentar su postura. Entendió que era necesario coger la mano del lector, y guiarle a través del proceso que había seguido. Se dió cuenta de que lo más importante no es la meta perseguida, sino el camino seguido. Plantó las bases sobre las cuales se originaría el pensamiento científico. Y todo esto para poner fin al geocentrismo.


Para daros un poco de contexto, la teoría geocéntrica nació como “la solución más fácil que explicaba lo observado hasta el momento”. Ptolomeo escribió lo siguiente en su obra: “cualquier modelo que describa los movimientos planetarios es meramente un artilugio matemático, y como no hay manera de saber cuál es real, el modelo más sencillo y que arroje los números correctos es el que deberá utilizarse”. Osea, que mientras funciona, pues lo usamos. Y cuando haya más medidas que demuestren que no es correcto, dejaremos de usarlo.

Desafortunadamente, la religión argumentaba lo contrario. La creación más preciada de la divinidad, el propio ser humano, debía ser el centro del universo. Esta idea se daba en todas las religiones y por extensión en todas las sociedades. Por ejemplo, los astrónomos y matemáticos islámicos discutieron durante tres siglos que el sistema ptolemaico no tenía ni pies ni cabeza. Que lo de que todos los planetas giren en órbitas circulares en torno a la tierra no tenía sentido. La explicación, sin embargo, fue que las órbitas tenían que ser elípticas. Siglos y siglos de discusión, pero nadie planteó que la tierra no fuese el centro. Así de arraigada estaba la idea, y así de profundo tuvo que llegar Copérnico en su fundamentación.

Gracias a Copérnico, y el trabajo más adelante de Kepler, hoy en día todos sabemos que la Tierra es el cuarto planeta del sistema solar. ¿Todos? No! Pues un pequeño irreductible grupo conspiranoico sigue defendiendo el geocentrismo. Según encuestas realizadas entre 2006 y 2010, uno de cada cinco estadounidenses creen que el sol gira alrededor de la tierra. Un estudio de 2011 también afirmaba que uno de cada tres rusos defiende lo mismo. Y tenemos problemas para encontrar resultados más actualizados, pero estamos casi seguros de que esos porcentajes no han ido hacia abajo. Y menos con el surgimiento de nuevas figuras públicas que hacen alarde de su falta de conocimiento científico y los altavoces que les dan voz.

Cierre

A pesar de lo crucial que fue Copérnico para la sociedad, hay que admitir que los reconocimientos no son tantos como uno podría pensar. Sí, es cierto que le dieron su nombre al elemento 112 de la tabla periódica, el copernicio. Además, tiene un cráter y un asteroide bautizados en su honor. Pero, vamos, que para alguien que revolucionó nuestra comprensión del cosmos… ¡Ya le podrían poner una estatuica en cada plaza o tener un día de fiesta nacional en su honor!

A quien nosotros si vamos a dar hoy un reconocimiento especial es a nuestros seguidores, por seguir escuchándonos una semana más. Y sobretodo a la gente que entiende que tener la razón no es lo más importante, es saber hacerse entender.

Nos vemos en el siguiente episodio con más historietas del espacio.

¡Astro pronto!

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