Episodio Anterior Ia La Tecnologia Espacial

Descripción

Literalmente 15 minutos de reloj hablando sola, única y exclusivamente de telescopios. Luego de que por qué no nos escucha todo el mundo...PERO A QUIÉN LE PUEDE GUSTAR 15 MINUTOS DE TELESCOPIOS?????!!!?!?!?!



Puedes apoyarnos a través de KoFi: https://ko-fi.com/astropodcastPuedes consultar los guiones en nuestra página web: https://www.astropodcast.net/Y links para otras plataformas en: https://www.astropodcast.net/enlaces/Redes del equipo:Guionista: Alfonso Gómez   / alfonsotakles  Locutor: Jairo Costa   / soyjairocosta  Edición y montaje: Jorge Cambero   / karakatuchi  

Guión

Intro

-¡Karaka, Karaka! ¡Que el observatorio de Astronómico del Teide ha encontrado a alguien en la Luna con una pandereta! ¡Y se parece al de guión en las fotos que han subido a la web!

+Ni en la Luna me libro de él… (pasando de Jairo)

- Espera… ¿Qué quieres decir? ¿Es Alfonso?

+¡Un fallo de cálculos! ¡Se supone que debería estar dirección al Sol!

- ¿Qué?

+ Es que leí el chiste del último capítulo, no me hizo gracia y decidí ponerle fin a esta tortura. Lo metí en el coche, me lo llevé a Cabo Cañaveral y lo até a un cohete de SpaceX y ea, problema resuelto. Pero no, el tío ha acabado en la Luna.

- ¿Y la pandereta?

+ A ver, que tampoco soy un monstruo. Se la metí en la mochila por si se aburría en el viaje…

- Ya… ¿y ahora cómo puñetas bajamos a de ahí?

+ No te molestes… Siempre encuentra la manera de volver…

- Pero Karaka…

+ Que no que no, que siempre vuelve. Además, no te preocupes que también le metí un bocata de jamón y un par de mudas limpias. Voy a ir poniendo la intro de este capítulo…

Cabecera

Desde que el ser humano tiene memoria, siempre ha mirado al cielo. Estrellas, planetas,  constelaciones y demás movidas del inmenso, insondable, oscuro, aterrador, insultantemente largo a lo ancho y ancho a lo largo, caótico por naturaleza y nada acogedor espacio. Pero… ¿conoces el origen de sus historias? Empieza Astro.

Una de historia

Como decimos siempre en la intro, el ser humano ha mirado el cielo nocturno desde tiempos inmemoriales, quedándose maravillado ante su inmensidad. Las mentes más brillantes de la historia han escudriñado el firmamento, y durante siglos lo han hecho sin utilizar herramientas para ello. Todo directamente a ojo desnudo. Bueno, a ojo simplemente tampoco.


Todas las civilizaciones antiguas desarrollaron sus propios instrumentos para estudiar la posición de las estrellas en el firmamento. El kit básico de astrónomo aficionado de la época incluía palos de distintas longitudes, escuadra y cartabón. Con estos sencillos elementos (y una cantidad ingente de papiro), los egipcios lograron alinear las pirámides con las constelaciones, creando lo que vendría a ser una especie de pista de aterrizaje celestial para almas que ayudaba a que los faraones llegaran al más allá con estilo.

Los griegos no se quedaron atrás y crearon una de las herramientas más interesantes conocida como esfera armilar. Un nombre… particular. Seguro que las habéis visto en películas, en museos o en tiendas de regalos. Son unas esferas que tienen una bolita en medio, que simboliza la tierra, y una serie de anillos a su alrededor que representan el movimiento del Sol, la Luna y las estrellas del cielo nocturno. Una especie de modelo portátil del universo que ayudaba a entender cómo se movían los astros. Para los que os gusta Juego de Tronos, podéis ver una esfera armilar en la intro de sus capítulos.

Aunque otras culturas, como la árabe o la china, perfeccionaron la esfera armilar, la verdadera estrella de la astronomía antigua fue el astrolabio. Ese disco metálico que se apoyaba en el labio inferior y hacía de reloj con GPS astronómico. Se componía de varias partes: el mater, que era el disco base; el tímpano, que giraba sobre el mater; y, por encima de todo, la red, un disco descentrado que ayudaba a calcular la hora del día.

El uso del astrolabio era de todo menos sencillo: primero tienes que localizar el norte, algo fácil gracias a la estrella polar siempre que estuviera despejado, claro. Luego, tocaba sacar la brújula y encontrar el sur, para trazar una línea imaginaria en el horizonte que uniera ambos puntos. Pones tu astrolabio en vertical siguiendo la línea norte sur, y buscas una estrella cuyo nombre te sepas que esté justo en ese momento en esa línea. Después, hay que girar los discos hasta que coincidan con la posición de la estrella, y ahí tendrás tu medida. Interpretar los grabados del astrolabio ya era otro nivel: algunos modelos solo daban la hora, pero otros podían calcular tu posición en función de la estrella medida.

A pesar de lo complicado que parezca el astrolabio, su uso estaba increíblemente extendido. En el siglo X, Abd al-Rahman al-Sufí escribió un tratado de 386 capítulos detallando mil y un usos del astrolabio. Quizá exageró un poco al decir que servía para mil y una cosas, pero lo cierto es que éstos se pueden utilizar para resolver muchos problemas astronómicos que de otra manera requerirían el conocimiento de sofisticados procesos matemáticos.

Y llegó el TELESCOPIO

Herramientas como el astrolabio y el posterior cuadrante y sextante, mejoraban la toma e interpretación de las medidas astronómicas. Pero el problema de base seguía siendo el mismo: las observaciones del cielo nocturno se hacían a ojo desnudo. Como consecuencia, a simple vista no se veían más de 6mil estrellas. ¿Los anillos de Saturno? Auténticos desconocidos para las civilizaciones antiguas.

Habría que esperar a la invención del telescopio para sacudir los cimientos del conocimiento astronómico. Los primeros telescopios conocidos aparecieron en 1608 en los Países Bajos, y se atribuyen a Hans Lippershey, quien registró la primera patente conocida. Sin embargo, esta atribución no está libre de controversia, pues se dice que el verdadero inventor fue Zacharias Janssen, un fabricante de lentes de lectura y compatriota de Lippershey. Y, por si fuera poco, otros historiadores defienden que la idea de poner una lente en un tubo alargado tenía raíces españolas.

Nosotros no tenemos claro quién inventó realmente el telescopio, pero sí está claro quién lo popularizó: Galileo Galilei, del cuál ya os hablamos en un episodio. Su telescopio era de lo más rudimentario: una sola lente al final de un tubo. Vamos, como si coges un rollo de papel de cocina y le pones una lupa en un extremo. Poco después, en 1611, Johannes Kepler mejoró el diseño añadiendo una segunda lente. Este nuevo sistema se parecía mucho a los prismáticos, catalejos y telescopios de juguete que usamos hoy en día. Gracias a esta mejora, la imagen se veía más nítida y brillante, allanando el camino para los telescopios modernos.

Estos telescopios son conocidos como telescopios refractores, porque sus lentes refractan la luz que llega a los ojos para proporcionar ese efecto de amplificación. Antes de que acabase el siglo el gran Sir Isaac Newton había desarrollado un nuevo tipo de telescopio. Sí, Newton, el de la manzana y la gravedad. Su gran idea fue sustituir las lentes por un espejo, lo que permitía construir telescopios más largos y con mayor capacidad de aumento.

Esta pequeña aportación es la base del telescopio reflector: en lugar de depender solo de la refracción, el telescopio reflejaba la luz con un espejo curvado, concentrando la imagen antes de proyectarla en el ocular. De ahí su nombre, telescopio reflector.. Además, es más barato, lo cuál siempre es una ventaja para los ajustados presupuestos en el mundo de la investigación.

Observatorios modernos

Los observatorios modernos, esas grandes cúpulas con telescopios del tamaño de un camión, siguen basándose en el principio de los espejos reflectores. La principal mejora que se ha realizado desde la época de Newton es cómo usar los espejos, y cuántos usar. Uno de los diseños más comunes es el telescopio de Cassegrain, que utiliza tres espejos. Dos de estos son curvos y se utilizan para concentrar la imagen en un pequeño espejo inclinado a 45 grados. El último es el que redirige la luz hasta el objetivo montado en la parte superior del tubo.

Concentrar la imagen utilizando espejos permite incrementar los aumentos del telescopio sin aumentar aún más su tamaño. Además, al concentrar la luz visible, se consigue una imagen mucho más detallada de lo que estemos observando. Sin embargo, es necesario utilizar espejos de muy alta calidad, pues hasta la más mínima imperfección o mota de polvo aparecería como si un dedo gigante tapase la lente.

Pero se nos plantea un problema: el telescopio clásico sólo mide la luz visible. Eso está muy bien para las estrellas brillantes, ¿pero qué pasa con el resto? ¿Qué pasa con los planetas, o las enanas blancas? ¿Cómo podemos observarlas? Las respuestas a estas preguntas llevan a una única solución: los radiotelescopios.

Cuando hablamos de radiotelescopios, nos vienen a la cabeza esas enormes antenas parabólicas que vemos en las películas, siempre apuntando al cielo y escuchando señales del espacio con la esperanza de encontrar aliens. Su funcionamiento, simplificado al máximo, es el mismo que el de los telescopios reflectores: utilizan un espejo para concentrar la luz. Sólo que en vez de luz, son microondas. Y no, tranquilos, no van lanzando microondas al cielo como si fueran hornos cósmicos. Os explicamos.

En el mundo de las ondas electromagnéticas, éstas se agrupan según la frecuencia de la onda enviada. Por ejemplo, cuando decimos que el Wifi funciona a 2.4 GHz, nos estamos refiriendo a que la señal que envía el router funciona a una frecuencia de 2.4GHz. Esta frecuencia se enmarca dentro de lo que se llama radiación de microondas, pues son ondas más pequeñitas que las tradicionales ondas de radio. Igual que Microsoft es una pequeña compañía de software, por eso de que micro de pequeño y soft de software, pues estas son micro ondas… Lleva el de guión años intentando colarnos el chiste este… En fin…

Para captar estas microondas del espacio se usan antenas parabólicas. Funcionan igual que los espejos cóncavos de los telescopios, pero están hechas de metal. La parte buena es que no tienen que estar tan pulidas como un espejo óptico. Pueden tener pequeñas imperfecciones sin afectar demasiado la recepción de las señales.. Precisamente, tratando de corregir imperfecciones en una antena parabólica descubrieron la radiación de fondo de microondas del universo. Aunque esa es otra historia.

¿Y qué ven los radiotelescopio? Pues, básicamente, la energía que emiten todos los cuerpos del universo. Igual que una chimenea irradia calorcito y genera la ocasión perfecta para acurrucarte con tu pareja en invierno, toda la materia emite calor simplemente por estar a una temperatura superior al cero absoluto o tener más temperatura que el ambiente donde se encuentra. Y parte de este calor se libera en forma de radiación de microondas. Los planetas que reciben luz de una estrella se calientan y emiten radiación. Lo mismo ocurre con las nebulosas y las gigantescas nubes de gas interestelar. Los radiotelescopios nos permiten ver todo eso que no brilla con luz propia, pero que definitivamente no está congelado a -270 grados centígrados.

Las microondas fueron sólo el principio. Hoy en día existen telescopios de infrarrojos, de ondas ultravioleta, rayos X e incluso de rayos gamma. Cada uno cuesta un mínimo de 100 veces más que el anterior, llegando a unos niveles de precisión mecánica e ingenieril nunca vistos. Aunque muchos de estos grandes observatorios ya no se pueden visitar… A ver… Podrías, pero necesitarías un cohete. Veréis.

A pesar de todos estos avances, ni los más avanzados observatorios sobre la superficie del planeta han sido capaces de superar un problema: la atmósfera. Nubes que tapan las estrellas, tormentas de arena que ensucian los cristales, noches de calor tórrido que dificultan detectar las señales de planetas lejanos… Bueno, usar nitrógeno líquido como refrigerante si ha ayudado con esto último. Pero hasta cierto punto.

Por estas razones, y algunas más, seguro, los observatorios más avanzados de la humanidad ya no se encuentran en la Tierra. Los hemos mandado al espacio. Por eso lo de que necesitarías un cohete. Satélites tan famosos como el Hubble o las sondas Voyager 1 y 2 van cargados de distintos tipos de telescopios y medidores para obtener información que es imposible conseguir desde la superficie terrestre. Si eres un seguidor de nuestro programa, seguro que alguno te suena.

Gracias a estos observatorios espaciales hemos aprendido los colores de Júpiter, hemos obtenido preciosas fotos del cosmos, hemos conocido los misterios de los agujeros negros y hemos determinado el tamaño de las galaxias. Y todo empezó porque a alguien se le ocurrió poner una lupa al final de un tubo.

Cierre

No queremos cerrar el programa sin hablar de los telescopios más grandes construidos por el ser humano. Por un lado, tenemos el Telescopio Muy grande. Sí, ese es su nombre. Está compuesto por cuatro telescopios, cada uno de 8m de diámetro. Su trono peligra con la construcción del nuevo telescopio europeo extremadamente grande, que se espera que tenga un espejo de 39.6 metros de diámetro. Una lástima que estos casi 40 metros sean lo único que queda del proyecto del telescopio abrumadoramente grande, que iba a por los 100 metros de diámetro.

Como veis, estos nombres necesitaban ser mencionados en el programa.

Muchas gracias por escucharnos un episodio más, y muchas gracias al Diario de Rivas por el reportaje tan majete que nos han hecho. Recuerda que nos puedes apoyar económicamente en el enlace de KOFI de la descripción, igual que han hecho Julia y Uther. Gente de lo más maja.

Nos vemos en el próximo programa con más historietas del espacio.

¡Astro la vista!

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